viernes, 5 de marzo de 2010

Sueño Interrumpido


Bastidores del CILELIJ, 23 de febrero de 2010.


La literatura es una caja redonda e infinita que contiene los sentimientos, las creencias, las sensaciones y las experiencias de la humanidad a través de la historia. En el momento en que cada uno de nosotros abre ese estuche prodigioso, empieza a tomar conciencia de sí mismo y del mundo que le rodea. Reconocernos en los personajes de algún relato, evidenciar realidades distantes y profundizar en la esencia humana a través de la lectura nos permite evolucionar como seres humanos más plenos, mejor preparados para comprender nuestro entorno. La literatura se parece a la niñez en que ambas son magia pura. Y, precisamente de esta afinidad intangible surge la literatura infantil. Junto con otros novedosos conceptos como los derechos de los niños, el juguete o la infancia, la literatura infantil surge a principios de siglo XX como posibilidad ilimitada para promover el desarrollo del ser humano desde sus primeros años.

        A pesar de que los niños y los jóvenes constituyen la mayor riqueza de nuestro planeta, el material que leen no ha tenido la relevancia que debiera. Así, los orígenes de la literatura infantil, su historia, su futuro y, en general, una visión global de este género desde los puntos de vista geográfico e histórico constituyeron los temas medulares de este Primer Congreso Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil. El evento se llevó a cabo del 24 al 26 de febrero porque fue interrumpido por un cataclismo totalmente inesperado. Las actividades terminarían el domingo 28 con un variado programa para niños de todas las edades.

    Me entusiasmé por participar en este encuentro iberoamericano por dos razones puntuales, en un principio. La primera consistía en acompañar a mi amiga Frieda Morales Barco a recibir el reconocimiento por su participación en la investigación y la autoría del Gran Diccionario de Autores Latinoamericanos de Literatura Infantil y Juvenil coordinado por Jaime Padrino. Obra de capital importancia que, junto a la Historia de la Literatura Infantil en América Latina de Manuel Peña Muñoz, constituyeron los libros más esperados y celebrados del Congreso. En segunda instancia, estaba mi creciente interés en un género al cual me he acercado, como a todo, por puritita intuición. Conocer otros autores, los grandes y los que empiezan, sus experiencias, sus opiniones y sus obras resultan ahora muy importantes en mi experiencia de creación para ponderar mis primeros intentos en este campo.

    Más tarde, a finales del año pasado, el interés se volvió una necesidad. Llegó la oportunidad única de trabajar en un Programa Nacional de Lectura, desde el diseño general del mismo hasta los libros que van a usar los niños, los manuales para los maestros y los talleres con todos los grupos humanos involucrados en el proceso. La tentación de poner todo mi corazón, experiencia y esfuerzo en una obra que ponga al alcance de los millones de niños y jóvenes guatemaltecos material de lectura de calidad fue demasiado grande. Además, la ocasión de trabajar con personas altamente capaces y con una visión totalmente progresista del proyecto, como la doctora en Literatura Infantil Frieda Morales Barco y el doctor en Filosofía y Educación Bienvenido Argueta terminaron por convencerme. Era necesario, entonces, conocer y sumar las vivencias de otros autores y académicos en procesos de refuerzo a la lectura en América Latina a mi experiencia como autora de libros de texto y obras literarias.

        El Congreso fue organizado por la Fundación SM y la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile y comprendió dos módulos, uno académico y otro cultural. La noche de la inauguración, el miércoles 24, resultó verdaderamente mágica. La Sala Hall del Museo Nacional de Bellas Artes en el Parque Forestal de Santiago brilló como nunca. Las luces de las arañas colgando del techo competían con el fulgor de tanto creador de personajes fantásticos. Todo estaba listo para recibirnos. Unas quinientas personas nos reunimos para concelebrar un género literario que se identifica y se diferencia únicamente por tomar en cuenta la edad del lector. En todos los demás aspectos, principalmente el estético, se concibe y se produce como en la demás literatura. La ponencia inaugural, Somos lo que leímos, estuvo a cargo de los escritores Antonio Skármeta de Chile y Juan Villoro de México. En ella se reflexionó sobre la importancia de las primeras lecturas en las vidas de los individuos y en la de los pueblos. Luego, vino un cóctel en donde pudimos conocernos y reconocernos estudiosos y autores de personajes señeros como Papelucho, Barbuchín, Naricita, Emilia, Minino Maluquinho, Matilda y tantos otros.
    Los días jueves y viernes los dedicamos a repasar el pasado de la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ), a sintetizarlo y jerarquizarlo. Especialmente, intentamos una toma de conciencia de sus aspectos singularizantes, sus luces y sus sombras. Saber de dónde venimos y qué nos enseña la historia y sintetizar la literatura infantil y juvenil iberoamericana nos permitió reflexionar acerca de su continuidad en el siglo que corre. Para ello, se abordaron temas como “Independencia, ciudadanía y literatura infantil,” “Los orígenes de la literatura infantil en España y en América Latina,” “Nombres y títulos señeros de la LIJ,” “Hacia un canon de la LIJ,” “Historia de la ilustración y la edición infantil,” entre otros varios. En seguida, se abordó el presente de la LIJ en Iberoamérica con la intención de analizar el estado actual del género: autores, ilustradores, temática, tendencias, estilos e iniciativas más exitosas a favor de la LIJ. Al respecto se abordaron temas como “Panorama actual de la LIJ,”, “Tendencias con nombres propios,” “Dificultades y resultados,” “Planes, programas y experiencias institucionales de lectura,” y “Autocrítica,” entre otros. Además, en estos días se presentaron la Historia y el Diccionario mencionados arriba con toda la ceremonia y el festejo que merecen. Con este panorama del pasado y el presente de la LIJ, nos retiramos a cenar y a descansar el viernes por la noche. El sábado le tocaba el turno al futuro: las posibilidades de desarrollo e impulso de los agentes esenciales de la LIJ, es decir, los maestros y promotores, los críticos, los bibliotecarios, los investigadores y la web y otras innovaciones tecnológicas.

    La madrugada nos sorprendió en medio de una completa oscuridad. Un ruido ensordecedor y la conciencia del final nos envolvió a millares de personas por igual. Chilenos y no chilenos compartimos el horror eterno condensado en noventa segundos. Los gritos, el llanto, las oraciones que clamaban porque se nos dispensara la vida sumados al crujir de los vidrios y el estruendo de todo viniéndose al suelo funcionaron como banda sonora de una escena sacada de The twilight zone. Una densa capa de polvo no permitía reconocer nada. La perplejidad de haber sobrevivido, pasados unos instantes después del terremoto, nos impactó profundamente a todos. En ese momento, aún no sabíamos que el hermoso Museo de Bellas Artes había quedado parcialmente destruido y sin techo. Unas horas antes, todos los participantes en el Congreso habíamos estado reunidos ahí. Unos hablan de duendes, otros de ángeles de la guarda, otros de Dios, según sus mitologías personales. Lo cierto es que la vida nos dio otra oportunidad y eso es lo más importante. Los momentos posteriores al cataclismo, el sexto terremoto más fuerte de la Historia reciente, constituyeron una experiencia existencial conmovedora. Una amiga me comentó que después de una tragedia, durante unos pocos momentos, a veces días, “todos se vuelven buenos”. Así fue.

    La Fundación SM y el hotel Plaza San Francisco y su personal se excedieron en sus consideraciones y atenciones para los extranjeros. El Congreso, naturalmente, se suspendió. Los representantes de la mayoría de embajadas y cuerpos consulares de los países representados en el evento estuvieron al tanto de sus connacionales el mismo día sábado, a pesar de haber sufrido pérdidas materiales ellos mismos. Algunos no tuvimos la misma suerte. Los salvadoreños, las bolivianas y las guatemaltecas nos quedamos esperando a que atendieran nuestros llamados telefónicos y electrónicos. No sé por qué, intuyo que de haber habido haitianos en el Congreso, hubieran corrido la misma suerte. Pero, eso es lo de menos ahora. Posteriormente, nuestras familias, la Fundación SM, amigos en nuestros países y la embajada de México nos brindaron el apoyo emocional que necesitábamos en esos momentos. Frieda Morales, Irene Piedra Santa y yo nos hemos cuidado una a la otra como corresponde. Todos los esfuerzos de nuestra gente para sacarnos de esta ciudad fueron inútiles. Estamos programadas para llegar a nuestros países la semana entrante. Todos los demás, dominicanos, venezolanos, argentinos, españoles, mexicanos y brasileños, salieron por gestiones de sus gobiernos.

        En las reuniones informales posteriores, el tema era el mismo. Repasamos una y otra vez el momento de la verdad. Ese instante en que enfrentamos la soledad de nuestra muerte, la posibilidad de los minutos finales. Durante las comidas, unos hablaban de sus familias, otros de Dios, algunos de sus libros a medias como las imágenes que nos acompañaron en esa prueba que percibimos como la última. Después de las lágrimas, como buenos latinoamericanos, optamos por las bromas y las anécdotas divertidas. Nos hermanamos, nos solidarizamos. Sin embargo, con el transcurrir de los días, unos antes que otros, volvimos a nuestras angustias, nuestros miedos, nuestras manías, nuestras mediocridades. Nada es novedad. Atestiguamos de muchas maneras las facetas de la esencia humana.

        A lo mejor, ganamos al perder. Somos las últimas de la fila en llegar a nuestros hogares, es cierto. Pero, ahora que escribo esta nota, recuerdo que tenemos una cita en una parroquia del centro de Santiago para ir a embalar víveres, ropa y medicinas en un centro de acopio de la Cruz Roja y con ello, una oportunidad de ayudar a los chilenos que tan bien se portaron con nosotras. El terremoto aún nos vibra dentro como una nota inaudible pero absolutamente certera. Dicen los entendidos que este movimiento telúrico hizo que la Tierra entrara en armonía. A las personas que vivimos este desastre nos causó lo mismo. Nos sentimos renacidas, en completa paz, con muchas ganas de agradecer y de vivir.

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Escrito por Gloria Hernández, Santiago de Chile, 2010.

1 comentario:

  1. son las últimas en la fila!!!!! ala muchá... pero es la cruz de los guatemaltecos.... en fin.... que bueno que están bien y aunque no todos estuvieron tan pendientes de verdad nos alegramos que estén a salvo... las esperamos con todo y su renovada armonía... muah

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