Bastidores del CILELIJ, 23 de febrero de 2010.
La literatura es una caja redonda e infinita que contiene los sentimientos, las creencias, las sensaciones y las experiencias de la humanidad a través de la historia. En el momento en que cada uno de nosotros abre ese estuche prodigioso, empieza a tomar conciencia de sí mismo y del mundo que le rodea. Reconocernos en los personajes de algún relato, evidenciar realidades distantes y profundizar en la esencia humana a través de la lectura nos permite evolucionar como seres humanos más plenos, mejor preparados para comprender nuestro entorno. La literatura se parece a la niñez en que ambas son magia pura. Y, precisamente de esta afinidad intangible surge la literatura infantil. Junto con otros novedosos conceptos como los derechos de los niños, el juguete o la infancia, la literatura infantil surge a principios de siglo XX como posibilidad ilimitada para promover el desarrollo del ser humano desde sus primeros años.
A pesar de que los niños y los jóvenes constituyen la mayor riqueza de nuestro planeta, el material que leen no ha tenido la relevancia que debiera. Así, los orígenes de la literatura infantil, su historia, su futuro y, en general, una visión global de este género desde los puntos de vista geográfico e histórico constituyeron los temas medulares de este Primer Congreso Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil. El evento se llevó a cabo del 24 al 26 de febrero porque fue interrumpido por un cataclismo totalmente inesperado. Las actividades terminarían el domingo 28 con un variado programa para niños de todas las edades.
Me entusiasmé por participar en este encuentro iberoamericano por dos razones puntuales, en un principio. La primera consistía en acompañar a mi amiga Frieda Morales Barco a recibir el reconocimiento por su participación en la investigación y la autoría del Gran Diccionario de Autores Latinoamericanos de Literatura Infantil y Juvenil coordinado por Jaime Padrino. Obra de capital importancia que, junto a
Más tarde, a finales del año pasado, el interés se volvió una necesidad. Llegó la oportunidad única de trabajar en un Programa Nacional de Lectura, desde el diseño general del mismo hasta los libros que van a usar los niños, los manuales para los maestros y los talleres con todos los grupos humanos involucrados en el proceso. La tentación de poner todo mi corazón, experiencia y esfuerzo en una obra que ponga al alcance de los millones de niños y jóvenes guatemaltecos material de lectura de calidad fue demasiado grande. Además, la ocasión de trabajar con personas altamente capaces y con una visión totalmente progresista del proyecto, como la doctora en Literatura Infantil Frieda Morales Barco y el doctor en Filosofía y Educación Bienvenido Argueta terminaron por convencerme. Era necesario, entonces, conocer y sumar las vivencias de otros autores y académicos en procesos de refuerzo a la lectura en América Latina a mi experiencia como autora de libros de texto y obras literarias.
El Congreso fue organizado por
Los días jueves y viernes los dedicamos a repasar el pasado de
La madrugada nos sorprendió en medio de una completa oscuridad. Un ruido ensordecedor y la conciencia del final nos envolvió a millares de personas por igual. Chilenos y no chilenos compartimos el horror eterno condensado en noventa segundos. Los gritos, el llanto, las oraciones que clamaban porque se nos dispensara la vida sumados al crujir de los vidrios y el estruendo de todo viniéndose al suelo funcionaron como banda sonora de una escena sacada de The twilight zone. Una densa capa de polvo no permitía reconocer nada. La perplejidad de haber sobrevivido, pasados unos instantes después del terremoto, nos impactó profundamente a todos. En ese momento, aún no sabíamos que el hermoso Museo de Bellas Artes había quedado parcialmente destruido y sin techo. Unas horas antes, todos los participantes en el Congreso habíamos estado reunidos ahí. Unos hablan de duendes, otros de ángeles de la guarda, otros de Dios, según sus mitologías personales. Lo cierto es que la vida nos dio otra oportunidad y eso es lo más importante. Los momentos posteriores al cataclismo, el sexto terremoto más fuerte de
En las reuniones informales posteriores, el tema era el mismo. Repasamos una y otra vez el momento de la verdad. Ese instante en que enfrentamos la soledad de nuestra muerte, la posibilidad de los minutos finales. Durante las comidas, unos hablaban de sus familias, otros de Dios, algunos de sus libros a medias como las imágenes que nos acompañaron en esa prueba que percibimos como la última. Después de las lágrimas, como buenos latinoamericanos, optamos por las bromas y las anécdotas divertidas. Nos hermanamos, nos solidarizamos. Sin embargo, con el transcurrir de los días, unos antes que otros, volvimos a nuestras angustias, nuestros miedos, nuestras manías, nuestras mediocridades. Nada es novedad. Atestiguamos de muchas maneras las facetas de la esencia humana.
A lo mejor, ganamos al perder. Somos las últimas de la fila en llegar a nuestros hogares, es cierto. Pero, ahora que escribo esta nota, recuerdo que tenemos una cita en una parroquia del centro de Santiago para ir a embalar víveres, ropa y medicinas en un centro de acopio de
Escrito por Gloria Hernández, Santiago de Chile, 2010.
son las últimas en la fila!!!!! ala muchá... pero es la cruz de los guatemaltecos.... en fin.... que bueno que están bien y aunque no todos estuvieron tan pendientes de verdad nos alegramos que estén a salvo... las esperamos con todo y su renovada armonía... muah
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