martes, 16 de marzo de 2010

La selección de lecturas para niños, 1937

Coincidiendo casi con la publicación que hace pocos días hiciéramos acerca del problema del ibro recreativo en Guatemala, se dio a conocer una nota del secretario de educación pública, dirigida al director general de correos, dándole instrucciones para que evite el ingreso al país de las revistas "Paquín", "Pepín", "Manos arriba", "Chamaco" y otras publicaciones similares que se editan en el extranjero y que en los últimos tiempos han alcanzado una enorme circulación en esta ciudad, principalmente entre los niños de edad esoclar, para quienes, según indica el texto de la orden que nos ocupa, el género de literatura que continienen es francamente nocivo. Entendemos que el licenciado Villacorta al especificar los nombres de las revistas que se declaran prohibidas, lo hizo tras un detenido examen del material gráfico y literario que en ellas se inserta, hasta determinar que efectivamente su asidua lectura constituye un positivo riesgo para la salud mental de los pequeños estudiantes, pero al añadir a la nómina el concepto de que también se ha de prohibir el ingreso de otras "similares" nos surge una pequeña duda: ¿Qué organismo o institución será la autorizada para calificar la "similitud" que ofrezcan otras publicaciones extranjeras? ¿La propia Secretaría de Educación pública o la Dirección de correos? El asunto, en apariencia baladí, tiene mucha importancia desde el punto de vista pedagógico y cultural. Nuestros lectores saben que entre la extensa nómina de libros, folletos y revistas ilustradas que aquí se reciben, hay un considerable número de lecturas perfectamente adecuadas a las mentalidades infantiles y las que, lejos de prohibirse, deben divulgarse por todos los medios posibles y ser protegidas en su circulación, pues son elaboradas por verdaderos especialistas de la literatura infantil, cuentistas y dibujantes de renombre internacional. Pues bien, como estamos seguros de que nuestras autoridades no han pensado jamás en hacer tabla rasa con todas las publicaciones para niños, lo que ahora se impone como obligado complemento de la medida que comentamos es la inmediata organización de una comisión de maestros y maestras competentes, a cuyo sano criterio y amor por la enseñanza se encomiende la delicada labor de seleccionar las lecturas que conviene poner en manos de los niños y adolescentes, previo cuidadoso examen de los libros, periódicos y revistas que les envíen las librerías establecidas en el país, y señalar al mismo tiempo, las que, a su juicio habrían de descartarse por contravenir los preceptos pedagógicos. Se trata de llenar una labor de orientación educacional en toda forma. Aparte de la propaganda que sin duda harán las ventas de libros para toda obra que haya tenido el "pase" de la comisión, los padres de familia pueden acudir a ella en demanda de consejo sobre las lecturas recreativas que más convenga para poner al alcance de sus hijos. Y la comisión, al dar respuesta, no se limitaría a dar una lista de títulos y de autores, sino trataría en cada caso de conocer las aptitudes vocacionales de los niños: ¿Qué es aficionado a viajar, o tiene predilección por los descubrimientos geográficos? Pues a recomendarle tales y tales obras en que se contiene narraciones de esa especie. ¿Qué le apasiona la mecánica? Pues a destinarle libros instructivos y amenos sobre esa materia. Y así, en todas las ramas del conocimiento humano. El funcionamiento de la comisión que sugerimos tiene la ventaja de no representar ningún desembolso para el Estado. Se trataría de cargos ad honorem, y el trabajo, bello trabajo por cierto, lo harían sus miembros en horas de descanso porque sólo se trataría de leer y leer libros del más hermoso genero que exista en la literatura y mantenerse en contacto con los padres de familia. De más está decir que el material de libros y demás publicacaiones, les sería suministrado gratuitamente pro las librerías, ya fuese en vía de obsequio o con carácter devolutivo, según decidiese la secretaría del ramo, aunque sería preferible lo primero, en justa recompensa a la importante labor que se le encomienda. ¿No cree el licenciado Villacorta que esta iniciativa es viable y digna de ser tomada muy en cuenta?

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Editorial del periódico El Liberal Progresista, agosto de 1937. p. 3. 
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NOTA: Si esto se hubiera cumplido, aunque sea mínimamente, no estaríamos en este momento intentando llevar a cabo mil y un proyectos, programas y similares que conllevan entre sus principales objetivos el despertar el gusto por la lectura, crear hábitos de lectura y fomentar la lectura de libros de literatura infantil, principalmente.

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