Frieda Liliana Morales Barco
La literatura infantil es el único género literario que se define a partir de su destinatario: el niño. Por esa misma razón, se dice, también, que es un género joven, cuyo aparecimiento se remonta hacia finales del siglo XVII, cuando en Francia Charles Perrault publica su obra. Sin embargo, estas dos certezas no significan el afianzamiento del mismo y no bastan para la conformación y delimitación del género. Hay que tomar en cuenta otros factores que surgen en Occidente entre los siglos XVIII y XIX donde la estructura económico social se encontraba en proceso de transformaciones radicales debido al advenimiento del capitalismo y a la emergencia de la burguesía, la explosión demográfica, la revolución industrial y la concentración urbana, aspectos que en general fueron determinantes para la emergencia de un nuevo público, el infantil. Paralelamente, esta coyuntura dio lugar a una nueva forma de organización social: la familia, en la cual el niño, como tal, ocupó un lugar de destaque y requirió, además, la construcción de un sistema conceptual, cultural y social para desarrollarlo.
Por otro lado, a esto se sumó también la posterior regionalización y conformación de Estados-Nación independientes tanto en Europa como en todo el continente americano, propiciando la aparición de culturas propias y bastante singulares, cuyas estructuras exigieron que sus ciudadanos estuviesen capacitados y aptos para participar en el mercado competitivo que se estaba instaurando. Lo que, a su vez, obligó a que la educación se convirtiera en un factor indispensable que contribuyera en la preparación de los jóvenes para el trabajo y el desempeño social (Aguiar, 1998: 1).
Es en este momento, entonces, que se organiza formalmente la escuela, institución educativa que sería la encargada de preparar a los individuos, futuros ciudadanos, para interactuar, de la mejor manera posible, en la sociedad emergente y donde, además, se deberían repensar todos aquellos productos culturales necesarios para llevar a cabo el proyecto de formación. De esa cuenta, es que la emergencia de la literatura infantil se verá condicionada y comprometida con la infancia al transformarse en el vehículo ideal para la transmisión de los valores de la sociedad capitalista. En ese sentido, tendría como objetivo, crear modelos satisfactorios que, una vez absorbidos por el lector infantil, lo convertirían en un adulto adaptado al medio en que vivía.
Así, en cuanto a la emergencia del género, en Europa, éste siguió una cadena lógica de desarrollo. Cadena de la cual investigadores, estudiosos y especialistas de literatura infantil concuerdan, y es la que dice respecto a que este género, por excelencia, remonta sus orígenes al inmenso patrimonio de la literatura oral traducido en adivinanzas, refranes, retahílas, fórmulas, mitos, leyendas, coplas, romances, fábulas, rondas y cuentos. Todo este patrimonio cultural, aunque no se dirige especialmente a los niños, son esenciales, pues como dice Marc Soriano (1995: 25), “tienen la función de transmitir las conclusiones a las que ha arribado una sociedad determinada en lo que respecta a las leyes de parentesco, tabúes, transgresiones y vínculos entre los vivos y los muertos. Es un entrenamiento que tiene una misión de iniciación y de integración”.
En este sentido, la literatura infantil entró a jugar un papel importante como mediadora en la construcción de una identidad nacional. Primero ayudándole al niño a descubrir sus raíces a través de la tradición, y segundo, contribuir a la alfabetización popular y al acceso de la mujer a la cultura, premisas heredadas de
Sin embargo, hablando específicamente de Guatemala, este proceso lógico descrito no se aplica. Aquí, la literatura infantil nació más con un perfil nacional e ideológico, que tendió a la formación de una identidad nacional particular, la del ladino, que con un perfil puramente estético. En este contexto juega un papel muy importante la escisión que se produce entre la tradición oral y la escrita para la conformación de un sistema literario infantil nacional. En un comienzo, la primera fue suprimida de tajo y solamente se proyectaron a cultivar la segunda. Esto es lo que hace diferente el proceso de conformación de la literatura infantil y juvenil guatemalteca de las otras del resto de Latinoamérica y Europa.
De esa forma, entonces, vamos a distinguir que la organización de su sistema se caracterizará por tener cinco grandes momentos.
El principio va estar fuertemente marcado por el uso que se hace de la literatura infantil para la iniciación a prácticas de lectura y escritura y para la conformación del Estado-Nación guatemalteco a través de, entre otras formas, un sistema educativo y de las campañas de alfabetización popular montadas inmediatamente después de
El segundo gran momento de la literatura infantil de Guatemala está ligado a la escolaridad, a la legislación y a las principales corrientes de los estudios de psicología infantil en boga durante las primeras cuatro décadas del siglo pasado. En especial, fue este último elemento el que determinó al sujeto y objeto de género infantil y guió, en gran medida, la producción y creación cultural destinada a los niños, principalmente a partir de la segunda mitad de los años cuarenta. En esta otra fase la propuesta fue otra, la de resaltar y respetar al niño, ofreciéndole libros que se adecuasen a las etapas de su desenvolvimiento psicobiológico. Lo que hizo que predominaran la tendencia de creación de libros de autoría. El primer libro con estas características aparece en 1929, "Mi niño, poemario infantil", escrito por el profesor Daniel Armas, con el cual, además, se instaura el prototipo y las nuevas bases de creación para la literatura infantil de Guatemala.
Armas al destacar de manera especial la figura del niño guatemalteco a partir de su propio proceso psicobiológico, lo convierte en un leit motiv para la literatura infantil nacional y le otorga una apariencia, forma y contenido a la misma. Por otro lado, se observa que existe en ella un sentido de guatemalidad y ladinidad, de cierta manera, ya introyectado que no precisa ser más trabajado. Ahora se necesita poner énfasis en la formación integral, en la subjetividad de este guatemalteco-ladino. Por eso, la tendencia que va a imperar en esta nueva etapa será una preocupación en la forma de administrar los conocimientos y el impacto que los mismos causan en el niño.
Este estado de cosas provocó en el gremio magisterial un súbito interés por estudiar e investigar las maneras de administrar la enseñanza en general y la de la literatura infantil en particular. De esa forma, el género para niños vuelve a ser adoptado por la escuela como siendo una herramienta más que contribuirá de una forma más dinámica en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En otras palabras, esto quiere decir que se convierte en un material didáctico bastante adecuado para cumplir estos fines.
Pero, ¿por dónde comenzar?, ¿Cómo y qué es escribir libros infantiles?, ¿Sobre qué temas y asuntos escribir? Las respuestas a todas estas interrogantes las proporcionan inmediatamente los profesores Daniel Armas (1950) y Rubén Villagrán Paúl (1954), quienes escriben los primeros libros de teoría de la literatura infantil de Guatemala, cuyas reflexiones incidieron positivamente en el proceso de creación y de producción de libros infantiles y constituirán el tercer gran momento. Asimismo, provocaron la aparición de autores de literatura infantil como Marilena López, Óscar de León Palacios, Angelina Acuña, Manuel Chavarría Flores, Daniel Armas, Luz Valle, entre otros, cuyas primeras semillas las plantaron en
El cuarto momento lo comprenden las antologías. Por medio de ellas se han podido conservar gran parte de la producción infantil y juvenil nacional y han permitido, de alguna manera, la sobrevivencia del género, convirtiéndose así, en una especie de clusters y un alargamiento del prototipo de los primeros libros de lectura utilizados.
El último momento de formación de nuestra literatura para chicos lo constituye la creación independiente de libros para niños a partir de 1984, aproximadamente. Aquí aparece obra de Mario Monteforte Toledo, Luis Alfredo Arango, Francisco Morales Santos, Marco Antonio Quiroa, Delia Quiñónez, William Lemus, Gloria Hernández, Rigoberta Menchú en conjunto con Dante Liano, Luis de Lión y otros.
En cuanto a la otra línea de producción cultural, la proveniente de la tradición oral popular tanto indígena como española, tuvieron un aparecimiento tardío dentro del contexto de esta literatura. Los primeros libros que salen al mercado con características de literatura oral son los que componen la colección “Colorín Colorado” de
A la fecha, en el “Catálogo de Literatura Infantil y Juvenil Guatemalteca” realizado por esta autora, se han registrado más de seiscientos títulos de literatura infantil y juvenil nacional producidos a lo largo de ciento treinta años de vida republicana. Lo que, por otro lado, desmiente lo que todo el mundo dice de que “en Guatemala no hay libros para niños”.
En ese sentido, trabajar e investigar este género en el país es imprescindible y debiera tomarse como algo serio y no como algo marginal, pasajero y sin importancia. Profundizar en este género nos ayudará a conocer la historia de la misma, y también a saber quiénes somos y para donde vamos. Por otro lado, este develamiento debe provocarnos para que podamos ver de frente a ese "otro" que también hace parte de nuestra Historia para generar una cultura colectiva que conduzca a crear una literatura infantil guatemalteca multi(inter)(pluri)cultural.
Por eso, insistimos, hoy debemos buscar los mecanismos discursivos que nos identifican y que nos puedan unir en la diversidad, que nos den visibilidad a todos los guatemaltecos (mayas, garífunas, xincas y ladinos). En otras palabras, en Guatemala no se trata tan sólo de promover la práctica de la lectura exigiendo la creación de libros con calidad literaria que puedan tender a paliar las necesidades educativas y de alfabetización, sino que la propuesta va mucho más allá de todo eso, porque juntamente con estas necesidades existe todavía una búsqueda y formación de nuestra identidad social y cultural. Por eso debemos buscar nuevas formas para el sistema de representación cultural del País. Ese es el reto que le cabe enfrentar en un presente y futuro próximos a nuestra literatura en general, y a la infantil en particular.
Y, colorín colorado, esta historia nunca se acaba...
Excelente artículo, sólo quisiera que por favor alguien tuviera la bondad de enviarme informaciòn del connotado escritor, citado en el artículo, Manuel Chavarría Flores... vive? en dónde? De su extensa obra literaria y educativa cómo encontrar màs informaciòn... con su familia?
ResponderEliminarLes agradeceré informaciòn al siguiente correo:
funcat_g@yahoo.com
Gracias,
Alberto de León, Guatemala, C.A.
wuao, excelente articulo............................
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