“Leer y escribir” libro de Alberto Masferrer.
Maestro, escritor, poeta, filosofo y político salvadoreño.
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Presidente de la República.
Señor:
Más de quince veces se ha reproducido mi ensayo “Leer y escribir”, en diarios, revistas y folletos. El gobierno de Honduras hizo una edición de 5,000 ejemplares que distribuyó en todo el país, contribuyendo así más que nadie hasta ahora, a la difusión de las ideas contenidas en esas páginas.
Por iniciativa y bajo los auspicios
de usted, se reproduce una vez más, en edición de diez mil ejemplares, se harán
popular en Guatemala el problema que yo he planteado y las sugestiones
consiguientes.
“La frecuencia de estas producciones
indica que la dificultad a subsiste, que la enfermedad continúa, quizá que se
agrava y extiende. Y ello se debe a que todavía no se ha realizado, ni siquiera
intentado, un esfuerzo amplio, metódico de intenso para extirparle el
analfabetismo.
A mi entender, este mal de
analfabetismo no ha sido todavía examinado atentamente, en toda sus
consecuencias funestas. Para muchas gentes no es cosa de mayor importancia;
hasta hay quienes piensen si no sería mejor una total y pacífica ignorancia,
mantenida como la mejor condición de quienes no han de hacer otra cosa que
“trabajar”. En verdad, si la mira es mantener la esclavitud con todo el
empirismo de quienes querían animales, conformándose con obtener de ellos un
rendimiento escaso y precario, tendrán razón esos enemigos de la lectura. Pero
si se aspira a que el esclavo, la bestia explotada, rinda bastante y sirva
mucho tiempo, entonces los amos habrán de empeñarse en que sus siervos aprendan
a leer y a escribir, porque eso daría eficiencia al trabajo de estos.
Por
lo que hace a la comunidad, es inconcebible que nos vea como el analfabeto es
un peligro social, una rémora para todo verdadero y deseable progreso, un
germen de mixtificación y de adulteración en todo aquello que se imprenta y
realice para el bien común. Antes, cuando las relaciones entre hombre y hombre
se regían sólo feudalmente; cuando un “señor” se inclinaba sobre la multitud de
sus pecheros, que no tenían sino que labrar la tierra y pagar tributo; cuando
el ciervo vivía y moría ciervo y dejaba una descendencia de ciervos, podían o
ser muy perniciosa la ignorancia de éstos. Pero ahora, cuando las costumbres y
las instituciones permiten y hasta provocan que el más humilde e ignorado de
hoy sea el regente de mañana; que los últimos escala en constantemente la cima
de la jerarquía social y lleguen hacer primeros, ahora, digo, es inconcebible
no reconocer que el analfabetismo es una enfermedad grave, inficionarte, capaz
de influir de la manera más desastrosa en la salud del cuerpo social.
Yo creo que sí se analizan
compenetración nuestros males, desde nuestras ciudades sin agua y malparidas,
hasta nuestra autonomía amenazada, se encontrarán prohibiendo el corazón del
enfermo, estos tres gusanos a los voraces: “Miseria”, “embriaguez” y
“analfabetismo”. Por no haberlo entendido así, por no comprenderlo en nuestros
pueblos, ocupadas siempre en cansar andamios de cañas que revisten de papeles
pintados, en vez de forjar armazones de Hierro y de cubrirlos de piedra: que
son los materiales únicos para erigir y consolidar naciones. El tiempo, la
energía y el dinero de los contribuyentes, se filtran y se rezuman hasta
desbordarse, a través de los presupuestos, en oropeles, imitaciones, copias,
novelerías, fantaseos y devaneos, mientras el hambre, la ebriedad y la
ignorancia consume el vigor de la masa trabajadora, que así cae, y nos arrastra
en su caída, y los precipicios de la ineptitud y la degradación.
Pueblos nutridos, alcoholizados e
ignorantes son la herencia que nos han legado nuestros ascendientes. Nos toca a
nosotros, que vemos, tocamos y comprendemos, apartarnos de sus inepto sistemas
y enfocar nuestras energías sobre el objetivo de extirpar esos cánceres; nos
toca a nosotros volvernos sencillos, sobrios, modestos, y consagrar pensamiento
dinero y acción a restaurar la salud física del pueblo, arruinada por siglos de
hambre y de esclavitud; a desintoxicar su sangre saturada de alcohol, y a
desentenebrecer art su alma, sumergida en la superstición y la ignorancia. Vale
decir que el de ver primero de todos los que dirigimos, es facilitar el pan,
llevar al todas partes la escuela y reducir al mínimum común el veneno del
alcohol.
Nada nos salvará si no nos
penetramos de esta verdad y si no actuamos en consecuencia; y entonces, no
llegaremos a la mitad del siglo sin haber sido barridos virtualmente de la
lista de los pueblos libres, y añadidos a la plebe de los que no merecen sino
que se les explote y oprima.
Me
siento autorizado a exponer a usted estas ideas, por el hecho de haber usted
dispuesto la edición de “Leer y escribir”, en numerosa cantidad de
ejemplares. Para la situación prominente
de usted, no es sino un primer paso en la senda que nos importa recorrer, pero
un paso que puede provocar otros decisivos. ¿Por qué no? Los hombres que
gobiernan asumen responsabilidades grandes, y sus deberes revisten contornos y
caracteres especiales. Su actuación ha de apartarse de todo lo que es nimio o
insignificante, y concentrarse en torno de las necesidades trascendentales.
Enseñar a leer a un pueblo; hacerle
una red nutrida de caminos; apartarle de la embriaguez; hacerle accesible la
vida por medio de la remuneración justa del trabajo yo le creo a usted digno y
capaz de tales empresas.
La vida, la cultura, la justicia, el
bienestar, son los objetivos que la hora presente señala a los hombres de
corazón y de voluntad. Loados sean quienes así lo sientan, y acometan el
trabajo de alcanzarlo para bien de su patria y exaltación gloriosa de sí
mismos.
Alberto Masferrer
Guatemala, 9 de mayo de 1929.
Fuente: ©Biblioteca AGLIJ, 2025.
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