Yo, dictador
Sonó la
campana.
Todos corrimos hacia el patio central de la escuela.
La algarabía la interrumpió una voz ronca que salía de un megáfono.
– ¡A la fila!, se escuchó.
Todos corrimos.
– ¡Colóquense uno detrás del otro.
– ¡Marquen su distancia!
– ¡Brazo derecho sobre el hombro derecho de su compañero de enfrente!
Después de eso, todos caminamos hacia nuestra clase en silencio absoluto.
Al llegar, cada uno se dirigió a su escritorio.
Nos preparamos para la clase.
Unos minutos después, entró el maestro y me dijo:
– ¡Juan, al frente!
Dejé mi bolsón al lado de mi escritorio y me dirigí hacia donde estaba el maestro, que dijo con voz firme:
– ¡Juan, a lo de siempre!
Me coloqué al centro de la clase.
Tomé el libro y comencé a dictar la lección.
Todos corrimos hacia el patio central de la escuela.
La algarabía la interrumpió una voz ronca que salía de un megáfono.
– ¡A la fila!, se escuchó.
Todos corrimos.
– ¡Colóquense uno detrás del otro.
– ¡Marquen su distancia!
– ¡Brazo derecho sobre el hombro derecho de su compañero de enfrente!
Después de eso, todos caminamos hacia nuestra clase en silencio absoluto.
Al llegar, cada uno se dirigió a su escritorio.
Nos preparamos para la clase.
Unos minutos después, entró el maestro y me dijo:
– ¡Juan, al frente!
Dejé mi bolsón al lado de mi escritorio y me dirigí hacia donde estaba el maestro, que dijo con voz firme:
– ¡Juan, a lo de siempre!
Me coloqué al centro de la clase.
Tomé el libro y comencé a dictar la lección.
Frieda.
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