Leer la vida
Doctora en Letras e investigadora de Literatura Infantil y Juvenil
Cuando el ser humano vio por primera vez la marca de una huella mientras cazaba o en alguna parte de su diario caminar y se paró para observarla con detenimiento, con esta acción ya estaba leyendo. A continuación, para saber y explicar a quién le pertenecía, elaboró una historia; primero, con gestos y sonidos y, luego inventó palabras para nombrar las cosas. Aquí, ¡comenzó su aventura con el lenguaje!
Entonces, el hombre usó las palabras
para ordenar el caos en el cual estaba inmerso y para estimular su pensamiento.
Las palabras pasaron a cimentarse como huellas en su memoria. Huellas que se
engrosaban o no, con las inferencias y significados de nuevas palabras que
inventaba o conocía. Con esas palabras construyó historias personales y
colectivas. De esa forma, esta experiencia lingüística contribuyó a enriquecer
su conocimiento de lo que le rodeada. Además del afloramiento de su creatividad
por medio de la imaginación y la fantasía.
En el caso de la lectura de libros, que
están llenos de palabras e imágenes, cada vez que leemos uno nuevo, la historia
que allí se presenta nos muestra hechos pasados o futuros que tal vez conozcamos
o nunca hayamos visto, pero que sí podemos imaginarlos, podemos formarnos una
idea, una imagen de lo que se está contando. La lectura de cada libro es un
viaje de descubrimientos continuos que
dejan huellas que se encadenan con las
anteriores. Esto contribuye al
conocimiento del mundo que nos rodea y vamos formando un gusto y preferencias
de lectura. Cada libro que se cruza en nuestro su camino, se asemeja a aquella
primerísima huella. Esto lo traduce muy bien Unamuno en su poema “Leer”:
Leer, leer, leer, vivir la vida
que otros soñaron.
Leer, leer, el alma olvidada
las cosas que pasan.
Leer, leer, leer, ¿seré la
lectura
mañana también yo?
¿Seré mi creador, mi criatura,
seré lo que pasó?
Ese es
el caso del libro “Una niña hecha de
libros”, en el cual tanto el escritor Oliver Jeffers como el ilustrador Sam
Winston provocan al lector para que también experimente el poder de las
palabras. Jeffers lo hace dando una leve pista por medio del epígrafe escrito
por Manuel
Rubkeyser en el libro “The Speed of
Darkness (1968), que dice: “El universo está hecho de historias, no se
átomos”; y, el ilustrador lo hace a su modo, coloca sobre las
páginas una pluma, un tintero y una
hoja en blanco. Son como invitaciones para que el lector construya su propia historia de lectura, sumando a ello afectos,
emociones y placer intelectual.
Esta invitación también se extiende
hacia el lector, al que se le insinúan, como señuelos para su curiosidad,
algunos títulos desde la portada y las guardas del libro. Hay sugerencias para
todas las edades. Y, al final, como en un pase de magia, le regala una llave para satisfacer esa curiosidad y empezar
a accionar su imaginación y fantasía por medio de la lectura y construir su
propia historia tanto de lectura como de vida, porque como dice Jeffers:
Este es nuestro mundo
Y estamos hechos de historias.
Nuestra casa es un hogar,
porque la imaginación no tiene límites.
¡Qué
comience, pues, tú aventura!
Jeffers, Oliver. Una niña hecha de libros. México: FCE, 2017.
Tomado de: e-LaHora Gt, [https://lahora.gt/lh-suplementos-culturales/la-hora/2023/08/15/leer-la-vida/], publicado el 15 de agosto de 2023.
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