jueves, 17 de agosto de 2023

 Leer la vida

Por Frieda Liliana Morales Barco
Doctora en Letras e investigadora de Literatura Infantil y Juvenil


Cuando el ser humano vio por primera vez la marca de una huella mientras cazaba o en alguna parte de su diario  caminar y se paró para observarla con detenimiento, con esta acción ya estaba leyendo. A continuación, para saber y explicar a quién le pertenecía, elaboró una historia; primero, con gestos y sonidos y, luego inventó palabras para nombrar las cosas. Aquí, ¡comenzó su aventura con el lenguaje!

    Entonces, el hombre usó las palabras para ordenar el caos en el cual estaba inmerso y para estimular su pensamiento. Las palabras pasaron a cimentarse como huellas en su memoria. Huellas que se engrosaban o no, con las inferencias y significados de nuevas palabras que inventaba o conocía. Con esas palabras construyó historias personales y colectivas. De esa forma, esta experiencia lingüística contribuyó a enriquecer su conocimiento de lo que le rodeada. Además del afloramiento de su creatividad por medio de la imaginación y la fantasía.

    En el caso de la lectura de libros, que están llenos de palabras e imágenes, cada vez que leemos uno nuevo, la historia que allí se presenta nos muestra hechos pasados o futuros que tal vez conozcamos o nunca hayamos visto, pero que sí podemos imaginarlos, podemos formarnos una idea, una imagen de lo que se está contando. La lectura de cada libro es un viaje de descubrimientos continuos que dejan huellas que se encadenan con las anteriores. Esto contribuye al conocimiento del mundo que nos rodea y vamos formando un gusto y preferencias de lectura. Cada libro que se cruza en nuestro su camino, se asemeja a aquella primerísima huella. Esto lo traduce muy bien Unamuno en su poema “Leer”: 

Leer, leer, leer, vivir la vida

que otros soñaron.

 

Leer, leer, el alma olvidada

las cosas que pasan.

 

Leer, leer, leer, ¿seré la lectura

mañana también yo?

 

¿Seré mi creador, mi criatura,

seré lo que pasó?


    Ese es el caso del libro “Una niña hecha de libros”, en el cual tanto el escritor Oliver Jeffers como el ilustrador Sam Winston provocan al lector para que también experimente el poder de las palabras. Jeffers lo hace dando una leve pista por medio del epígrafe escrito por Manuel Rubkeyser en el libro “The Speed of Darkness (1968), que dice: El universo está hecho de historias, no se átomos; y, el ilustrador lo hace a su modo, coloca sobre las páginas una pluma, un tintero y una hoja en blanco. Son como invitaciones para que el lector construya su  propia historia de lectura, sumando a ello afectos, emociones y placer intelectual.

    Esta invitación también se extiende hacia el lector, al que se le insinúan, como señuelos para su curiosidad, algunos títulos desde la portada y las guardas del libro. Hay sugerencias para todas las edades. Y, al final, como en un pase de magia, le regala una  llave para satisfacer esa curiosidad y empezar a accionar su imaginación y fantasía por medio de la lectura y construir su propia historia tanto de lectura como de vida, porque como dice Jeffers: 

Este es nuestro mundo

Y estamos hechos de historias.

Nuestra casa es un hogar,

de ilusiones donde todos pueden entrar,
porque la imaginación no tiene límites. 

¡Qué comience, pues, tú aventura!




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Jeffers, Oliver. Una niña hecha de libros. México: FCE, 2017.


Tomado de: e-LaHora Gt, [https://lahora.gt/lh-suplementos-culturales/la-hora/2023/08/15/leer-la-vida/], publicado el 15 de agosto de 2023.



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