lunes, 18 de diciembre de 2017

Un regalo al corazón de los niños de Guatemala: el Romance del Bienreído niño de las Cinco Ganas, de Miguel Ángel Asturias Guatemala

El Bienreído niño de las Cinco Ganas, de Miguel Ángel Asturias Guatemala


Dentro de las sabias palabras de Gandhi, descubrí hace mucho tiempo la idea que establece la necesidad de la humildad para descubrir cualquier cosa, por pequeña que sea, dentro del vasto mar de lo conocido. Trato de no olvidar esta reflexión, de aplicarla y, especialmente, de observarla en los demás. Consistentemente, he identificado este rasgo, combinado con una inmensa curiosidad vital e intelectual, en mi amiga, la doctora Frieda Morales Barco. Podría discurrir acerca de su inmensa capacidad de investigación, pero, en este momento es necesario destacar el último y feliz aporte de sus indagaciones hemerográficas, un poema largo, casi desconocido, escrito para niños, de Miguel Ángel Asturias, publicado el 19 de enero de 1947, en el diario El Imparcial: el Romance del Bienrreído niño de las Cinco Ganas, que empieza así:

Le llaman Niño de Vidrio
por sus ojitos de fuego
y por su risa y sonrisa,
le llaman el Bienreído
Niño de las Cinco Ganas.

    Es un poema realmente hermoso, escrito en versos octosílabos de corte vanguardista y dispuestos en catorce estrofas. Este romance pone en evidencia la vocación de Asturias por la combinación del juego y la palabra como nociones fundamentales para el desarrollo del ser.  A la poesía asturiana se le suele dar un papel secundario dentro de su obra, pero el “Romance del Bienrreído niño…” y otros poemas como su “Soneto de la pompa de jabón”, “Grillo-lirio” o “Vida y pasión de una mariposa” evidencian una disposición lúdica para el empleo del lenguaje.  Esta aptitud, a la cual fue fiel durante toda su vida, va a sentar las bases de forma y contenido de su signo creador, manifestado en una superlativa experimentación estética.
  
    La temática de estos poemas, inspirada en elementos cotidianos, deviene similar a la de otros poetas clásicos cuya poesía incluyó como interlocutores a los niños, como Rabindranath Tagore, Antonio Machado, Lope de Vega, Gabriela Mistral, Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez y que, más adelante, influyó en la poesía de escritores guatemaltecos como Luis Alfredo Arango, Francisco Morales Santos y Margarita Carrera, entre otros.  Este recurso de apelar a lo íntimo y a lo familiar en la poesía no es casual. Al ser el ritmo y la palabra de los primeros enlaces con el mundo, los elementos que conforman este primer círculo de la existencia resultan naturales y tradicionales en casi todas las sociedades, a la hora de la poesía inicial, para dar paso con el tiempo a temas de corte existencial y complejo.  Es decir que, los seres somos humanos en virtud de nuestro desarrollo en el lenguaje, entendido este como una parte o un subsistema de la cultura. Y esto lo comprendió de manera preclara nuestro Nobel cuando se decidió a seguir el dictado de su intuición por la poesía.

    Con solo revisar, de manera sucinta, esta primera estrofa del Romance, sobresale el hecho de que Asturias tenía clarísimo a su lector ideal quien, en este caso, también era el niño que lo inspiraba a escribirlo.  En su descripción, se refiere a la fragilidad de la vida, a su fineza con su imagen “Niño de vidrio”, pero a la vez a sus “ojitos de fuego”, figura que señala la inmensa potencialidad contenida en la niñez.  Esta metáfora que da vida al poema no está, además, en situación de desventaja: es un niño feliz, “bienrreído”, plácido, con ganas de comerse el mundo; y no solo con ganas, a secas, con “Cinco Ganas”: a lo mejor de reír, de indagar, de aprender, de vivir y de “inventar su propio camino”, como decía Sartre.

    Más adelante, Asturias reitera su invitación al juego, a su interlocutor. Con las palabras, con los cinco sentidos; con los juegos tradicionales de su entorno guatemalteco: “andares, andares”, “tuero”, “colores”, “el ratón y el gato”, “escondite”, “arranca cebolla” y otros; y con los objetos sencillos que se disfrutan en la infancia: la mamila, el copal, el reloj antiguo o las campanadas de la iglesia.  Esto revela una certeza del poeta con referencia al carácter fundamental del lenguaje en el desarrollo del pensamiento y la intuición como marco integral de la persona. El llamado en este Romance es a participar en la fiesta del mundo con todos los recursos que se tengan al alcance, desde pequeños, y a descubrir, por medio de ellos, la propia identidad. A la vez, al relacionar otros textos de características similares como algunos poemas incluidos en Sien de alondra y Claravigilia primaveral y los llamados “Cuentos del Cuyito”, se puede afirmar que escribir para niños y la formación de los lectores desde la infancia constituían una inquietud que Asturias compartió con otros escritores como Neruda, Pessoa o Mistral.

    Aunque a simple vista el lenguaje de la poesía no parezca tan cercano, su ritmo y musicalidad la hacen muy atractiva para los niños. Y este poema ilustra precisamente ese rasgo: la esencia de la literatura para niños consiste en regalar libertad a sus lectores, clarividencia e imaginación para afrontar la Realidad Chata y Gris. Esa misma a la que se enfrenta Frieda Morales Barco todos los días con persistencia y a la cual venció con su descubrimiento feliz que ahora convierte en su regalo luminoso para el corazón de los niños de Guatemala.

Gloria Hernández
Las Charcas, 2017
AGLIJ

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